Cuando una ciudad se queda sin voz, la democracia real se transforma en una triste mueca formal. Hace años que Vicente López convive con barrotes negros, en las paredes donde el pueblo gritaba reclamos o mostraba propuestas. Con esa nefasta simbología, se encarceló la palabra opositora y se archivó un capítulo de la Constitución Nacional, hasta nuevo aviso. ver ms
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